miércoles, 14 de marzo de 2012

DAR PARA LA VISTA [Texto de Miguel Gómez Losada]

Algunas notas para ENSAMBLE
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La pintura como mirador

Entre el descubrimiento y la comprensión hay un espacio de tiempo para la imaginación, y una oportunidad para el entusiasmo. Pintar conlleva una excitación del ánimo, en la medida que la pincelada ese gesto que avanza, significa incertidumbre, rebasar el umbral de lo conocido en dirección hacia lo que aún no se nos ha dado para la vista. Cada pincelada nueva es una primera mirada que queda.
La pintura por necesidad de mirar, un culto al avistamiento
Pintar es conducir la vibración anímica al soporte de forma inmediata, obedeciendo a lo cambiante como un sismógrafo, proceso que en cada persona es único e intransferible. La pintura es un asunto corporal, donde cada pequeño gesto contiene imaginación, sentimiento, y la idea; lo que aún no se sabe, el titubeo y el defecto. La pintura es una  acción manual organizada que nace de la curiosidad y el deseo de hallazgo, poniendo a la vista el pensamiento y la emoción, lo que está escondido.
La pintura publicada

Un cuadro es un objeto físico, y ponerse frente a él es una experiencia corpórea, una presentación directa sin intermediarios. Ver un cuadro en Internet o en un libro es ver su representación. Es una traducción a papel, o a web a través del cristal, necesaria para su divulgación, pero sin olvidar que esa foto del cuadro no es la pieza, sino una especie de mensajero que habla de ella.

Lo silvestre, el ser vivo
Algo nos ocurre al mirar el bosque: la naturaleza salvaje nos devuelve la primigenia, y a la vez nos sitúa en el presente mediante el asombro. La sorpresa es síntoma de revelación. Pensé en las cosas que me sorprenden, y casi todas residen en la naturaleza salvaje, en lo silvestre y sus aconteceres. Cualquier mirada al bosque provoca en la imaginación una fábula, donde las plantas, la noche, una luz incierta, o lo que está oculto, hacen de actores en una extraña representación. Los árboles, el viento a través, su sonido universal, lo cambiante, son nuestros contemporáneos porque están ahí, pero pertenecen a un mundo anterior al lenguaje. Fueron los árboles, luego las bestias, después el hombre, y la palabra.
El árbol como autorretrato
Pintar árboles es dar un salto al vacío después de la segunda o tercera rama que se bifurca del tronco; haciendo crecer la vegetación de una forma totalmente inventada, buscando físicamente el atino, satisfacerse, o dar en la diana. Cada pintor vegetal tiene su deje, su acento; brota, tuerce, angula las hojas y las ramas a su semejanza, como una acción más de su forma de ser —a modo de rastro de su exploración del mundo—, pintando así un tramo de vida propia.

Así como se aprende a interpretar qué siente un perro por los registros de su voz, también se puede entender el lenguaje de las plantas en la pintura, por cómo sus hojas, tallos y aire que las envuelve se nos presentan. Esta actitud llevada a la contemplación directa de los árboles en el paisaje, nos convierte en confidentes, haciéndonos partícipes del lenguaje íntimo de la naturaleza.


El arte, o procurarse la emoción

El arte no es sólo un asunto de placer o de evasión, es donde tomo conciencia de mi naturaleza. Basta un disco "lluvioso" para activar los síntomas lluviosos del ánimo, o viceversa, basta ser propenso a "ese Espíritu del Norte" para necesitar encontrar esta emoción en todas las músicas, en todos los cuadros.

Miguel Gómez Losada